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CONSULTORIA Y
Gestión FM
compromiso a la hora de invertir en proporcio-
nar el mejor servicio.
Aunque esto, a priori, no pueda parecer un cos-
te, es decir, un ahorro como tal, sí que lo es el no
tener la mejor oferta de provisión posible, como
lo es, por ejemplo, tener que pagar por activida-
des o elementos que en un contrato a mayor pla-
zo podrían estar incluidas.
Además, esos costes de licitar cada poco tiempo
en que incurre el proveedor, unidos a los mayo-
res riesgos lógicos de perder el contrato o no ga-
narlo en primera instancia, seguro que se impu-
tan de alguna forma en el resto de sus servicios, y
quien lo paga, al fin y al cabo, es el cliente. Es por
todos aceptado que cuantos más contratos gana
un proveedor, menos le cuesta licitar y viceversa.
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Y, por último, les cuesta a los usuarios finales,
como receptores de la mayoría de los servicios.
Aunque algunos no les afecten o perciban direc-
tamente (un mantenimiento técnico o un control
de ciclo de vida), otros sí que lo hacen y les im-
pactan de forma clara, como puede ser el servicio
de
catering
, transporte, recepción o incluso lim-
pieza. Ver (y percibir), cada cierto tiempo, cómo
aquellos que les proveen de los servicios necesa-
rios para llevar a cabo su actividad cambian, impli-
ca que se cambian en muchos casos las formas de
trabajar o los interlocutores de los servicios. Está
ampliamente demostrado que un empleado so-
metido a cambios en su entorno laboral reduce
su productividad. Igual que antes, no daremos da-
tos que no se puedan generalizar. Nos quedamos
con el hecho probado de que existe una reduc-
ción en productividad y que ésta repercute direc-
tamente en la competitividad de la organización.
Entonces, ¿no licitamos? Pues claro, licitamos (que
de eso vivimos algunos), pero con necesidades bien
definidas, con modelos más flexibles, con contra-
tos de duración mayor que permitan al proveedor
involucrarse en el servicio e invertir, con alcances
propuestos en parte por ese proveedor como ex-
perto en la materia, con elementos de control y de
retribución variable que garanticen el cumplimien-
to y la adecuación a las necesidades cambiantes, etc.
Si lo hacemos así, seguro que podemos, como mí-
nimo, duplicar los tiempos entre procesos de licita-
ción y dedicar esos recursos a algo más productivo.
En definitiva, licitemos menos, licitemos mejor y
todos ahorraremos tiempo y dinero.